viernes, 4 de mayo de 2007

El Café de los turpiales

Fotografía de Jairo Ruiz Sanabria


El Café de los turpiales
Jaime Jaramillo Panesso

Es una esquina con encanto de golosina donde la música de los sinsontes y el lenguaje de los turpiales sirve de pasante al trago de aguardiente. Se llama "La esquina de Homero Manzi" en homenaje al creador de letras Je tango: "Malena canta el tango como ninguna y en cada tango pone su corazón...". Una placa de mármol gris, empotrada encima de la puerta principal, anuncia que esta pequeña cantina de Javier Ocampo se convierte, por el bautismo de él y sus amigos, en la esquina más amable de la ciudad. Con su ventana de antiguas rejas, de hierro y sus diminutos patios interiores, conjuga espacios para acariciar la voz de los mejores en la canción ciudadana. Sin embargo, nadie podría creer que los aleros interiores y externos sirven de soporte a media docena de jaulas donde habitan turpiales y sinsontes que con sus cantos durante todo el día, acompañan i las copas y las conversaciones de los asiduos visitantes de la esquina de Hornero Manzi.
¿De dónde viene este cantinero que ahora se ubica en un barrio central de Medellín, con sus jaulas de pájaros cantores y sus botellas de licor trashumante? Hace unos diez años Javier Ocampo vivía en una cantina de meseras a bordo en el viejo barrio Colón, allí donde empieza (mejor se diría donde termina) la carrera El Palo. Con ese aire muy antiguo que pringó la denominación del "Camellón de la Asomadera", el cafetín de Ocampo se caracterizó por sus pájaros de compañía. El barrio Colón con sus mecánicos de automóviles, sus marihuaneros que recogían tarros vacíos de aceite de motor para reciclar, sus prostitutas de inquilinato que en las madrugadas llegaban a descansar en sus apeñuscadas habitaciones, sus pintores de latas y avisos, todos el leí brillaban y sonreían sus rostros cuando en las mañanas los pájaros de la cantina de Javier Ocampo silbaban "La Cumparsita".
Luego se trasladó por varios años al barrio Miranda, a un paso de la extinguida Curva del Bosque y de Moravia. Una zona intermedia entre obreras y modistas de estilo popular y artesanos de la ganzúa y el puñal. Allí sus pájaros se ubicaron en la pieza de atrás, cerca de una tristeza que se enredó en una destartalada persiana de colores desteñidos.
Con el nombre hecho de música y palabras poéticas, al fin Javier Ocampo alzó sus bártulos y sus jaulas llenas de aire y pajarea mágicos En uno de los barrios de más aneja tradición, tres cuadras arriba de la plazuela da San Ignacio, en la aristocrática calle Pichincha al cruce con Villa (qué delicia poder hablar de las callea con sus nombres de pila) instaló su cantinero amor por los turpiales, por los sinsontes y por los tangos. Le puso flores de papel a sus santos laicos del bandoneón y declaró, para la historia barrial de esta ciudad, que se quedaría allí hasta la muerte, aún después de "que se sequen las pilas da todos los timbres Que vos apretás".
La Esquina de Hornero Manzi tiene un falso laurel en el borde de la acera, una banca pequeña para descansar en la tarde de sábado, un teléfono público para llamar novias y dar cuenta de la estación perenne a las esposas lejanas. Mientras usted conversa por teléfono, los turpiales cantan un tema que le encharca los ojos y la boca: "Una lágrima tuya me moja el alma, mientras rueda la luna por la montaña. Yo no sé si has llorado sobre un pañuelo, nombrándome, nombrándome con desconsuelo".

Manzi: Poesía y Tango



Manzi: Poesía y Tango
Jaime Jaramillo Panesso

En los escritos de Arturo Jauretche, ese gran latinoamericano-argentino, se encuentra este recuerdo: "Manzi nació poeta. Fue poeta y de los buenos, desde la infancia; mucho antes de que García Lorca fuera conocido, el mismo gé­nero de lirismo y la misma calidad campeaba en los versos de aquel* muchacho de barrio. Estaba Manzi en la conscripción cuando me dijo un día: "Tengo por delante dos cami­nos: hacerme hombre de letras o hacer letras para los hombres". Y así fue como sacrificó la gloria, para dar su talento a una labor humilde, convertido en letrista de canciones. Cumplió esa tarea lo mismo que Discépolo, asumiendo el deber de jerarquizar el arte de su pueblo".
No se equivocó Jauretche con el hombre que algún día puso en la voz de todos los cantantes de tango esta descripción:
Tus ojos son oscuros como el olvido tus labios apretados como el rencor, tus manos dos palomas que sienten frío,
tus venas tienen sangre de ban­doneón.
Tus tangos son criaturas abando­nadas
que cruzan sobre el barro del calle­jón...
Lucio Demare pondría su talento musical a estos versos de Malena para consagrar a aquella, que a la vez, era la compañera de uno de los grandes cantantes del bolero: Ge­naro Salinas.
Aunque nacido en una de las pro­vincias más lejanas y pobres, Santiago del Estero, Hornero Manzi logró combinar perfectamente la nostalgia de su pago, de su terruño campesino, con la deslumbrante cultura citadina que le daba Buenos Aires. Combina también Manzi la labor del hombre con cultura política y la tarea del maestro y del poeta, del periodista y del gremialista.
Millares de argentinos descubren, en las primeras décadas del siglo actual, el papel que deben realizar para que su país salga de las manos tortuosas de antiguas y vencidas
oligarquías, en alianza con las sectas militares, particularmente de la Marina. El movimiento político de Don Hipólito Irigoyen abre ese ca­mino que recibe la adhesión de las clases medias nuevas, producto de la industrialización y el comercio ex­terior, así como de los artesanos, obreros y sectores universitarios, de tan vasta influencia que el radica­lismo de hoy tiene allí sus raíces. Manzi (cuyo verdadero apellido era Manzione) milita en el yrigoyenis­mo, agita banderas de nacionaliza­ción e independencia, tal como lo hacían sus familiares que actuaban en las mismas toldas. Ya instalado en la gran ciudad capital trabaja como maestro de literatura en un colegio de secundaria e ingresa a la facultad de derecho. Es la época de la agitación universitaria que tuvo la inicial alrededor de 1918 con el grito reformista de la ciudad de Córdoba, tan en boga por toda América Latina y que propugnaba por el cogobierno, la participación estamentaria y la rebelión contra los dogmas de aquella universidad anquilosada y confesional que se heredó de la colonia. Manzi estaba en el fogón de una universidad crítica, búllente y tratando de encontrarse con su pro­pio país y su pueblo. Pero el golpe militar desvertebró aquellas metas y desmoronó las conquistas demo­cráticas del yrigoyenismo. Manzi, despojado de su condición universi­taria revisa sus planes de vida: había nacido en 1907, pero a los quince años compuso la primera letra para un vals (¿Por qué no me besas?) y en 192ó logra su primer hito en la música popular con el tango "Viejo Ciego" con música de Cátulo Castillo y Sebastián Piana. Y cifra, en este terreno de su persona­lidad, uno de los más firmes propó­sitos de salir adelante y compensar la doble cesantía, ya que, además, lo suspendieron de su cargo magis­terial.
Milonga pa' recordarte,
milonga sentimental.
Otros se quejan I (orando,
yo canto por no llorar.
Ardiendo en el fuego de la canción popular, Manzi compensa su golpeado espíritu y compone el tríp­tico de milongas porteñas con Se­bastián Piana: Milonga Sentimental, de la cual acabamos de transcribir los primeros versos. Milonga Triste y Milonga del 900.
Aparecerá, a partir de aquellos sucesos, el Manzi conspirador que lucha contra la dictadura militar al lado de sus amigos del radicalismo (Unión Cívica Radical). Para unifi­car criterios políticos surge la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina —FORJA— cuya dirección comparten Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo (el mismo del Manifiesto de Córdoba), Dellepiane y otros.
El ritmo de milonga, tan imbri­cado en la cultura popular de la República Oriental (Uruguay) y en el campo argentino comenzó a transformarse, poco a poco, en te­mática de la ciudad; y es así como aparecerán las morenadas o mi­longas con tema de negros con cierto aire de candombe, como por ejemplo Pena Mulata. El propósito de sus autores se puso en marcha: necesa­rio era que Gardel cantara una, varias de esas milongas para que adquieran el mejor riel que los llevara a la popularidad. Al habla con Razzano, este introduce a los autores y Gardel comenzará gra­bando dos de aquel tríptico.
En 1934, a los 27 anos vuelve, con Piana, a triunfar con El Péscate. En los años posteriores viajará a Chile con la orquesta de Pedro Maffia colaborando con sus versos y glosas. Es en Santiago donde conoce al músico y compositor colombiano Efraín Orozco al cual le abre el camino para asentarse en Argenti­na. Sobrepasó Manzi la era de la mishiadura, la época de la Década Infame, de los aprietos políticos y de la olla popular radical. Incursiona en el periodismo, en los guiones para cine, en las carreras de caballos, deporte nacional que sigue después del fútbol, y compone música ligada a su terruño natal como es la zamba "Cañaveral", en compañía de Chazarreta e interpretada por Libertad Lamarque es una sus películas.
Manzi alterna su quehacer político con la composición poética y popu­lar. Produce entonces Tal vez será su voz, Negra María y Malena con el músico Lucio Demare. Ninguna con Fernández Siró. Después y Fruta Amarga con Hugo Gutiérrez, Ropa Blanca con Alfredo Malerba y para no quedar fuera de moda, un bolero con Charlo: Llámame. Su primer encuentro con el más importante bandoneonísta, Aníbal Troilo "Pichuco" sucede en 1943, acople artís­tico que determinará ver la luz de Barrio de Tango, Sur y Che Bando­neón.
Antes que el cáncer segará su vida. Hornero Manzi realizará varias actividades sobresalientes: adherirá a la política ¡justicialista del pero­nismo ante las divisiones y contra­dicciones del radicalismo; impul­sará la acción gremial esta en de­fensa de los compositores, acción que desplazará el equipo de Francisco Canaro empotrado en la SADAIC, Sociedad Argentina de Autores y Compositores. En esta labor contó con el apoyo de Cátulo Castillo, Razzano, Hornero Expósito y Pichuco. Antes de desaparecer el 3 de mayo de 1951, Manzi esperaba la
muerte con este poema:
Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia,
sé que mi nombre resonará en oídos queridos
con la perfección de una imagen.
Y también sé que a veces dejará de ser un nombre
y será sólo un par de palabras sin sentido.
......